"Ese
vasto libro eternamente abierto frente a nuestros ojos, el universo, no
podrá leerse hasta que no hayamos aprendido el lenguaje en que está
escrito y nos hayamos familiarizado con sus caracteres. Está escrito en
lenguaje matemático, sin el cual es humanamente imposible comprender una
sola palabra” ,GALILEO, 1663"
A
los dos años de edad, Daniel gritaba entusiasmo cada vez que su madre
pronunciaba una serie de números elegidos al azar como: 21, 47, 63, 150,
2679. No sólo le resultaba agradable el sonido delos números, también
los símbolos abstractos propiamente dichos ocultaban misterios para
resolver. Era necesario contar los trozos de cereal en el bol y escribir
la cifra resultante, así como reconocer los pies del camino de entrada a
la casa y los juguetes de la caja por su cantidad. Cuando Daniel tenía
tres años, las cuestiones relacionadas con el tiempo, la secuencia y el
concepto de multiplicación dominaban su interés. Para él, media hora
significaba el tiempo de duración de su programa favorito de televisión o
bien el tiempo que demandaba llegar al almacén.Para sorpresa de sus
padres, podía abrir un programa de computación siguiendo una serie de
pasos que era capaz de memorizar con sólo observarlos mientras
trabajaban. La multiplicación le resultaba más interesante que los
números aislados a medida que comenzaba a percibir y utilizar modelos
predecibles.
En su juego de básquetbol infantil, cada canasta tenía un número diferente y Daniel practicaba las tablas de multiplicar mientras lanzaba la pelota. Su destreza en el básquetbol aumentaba constantemente, así como también su memorización de los mecanismos de la multiplicación.Durante el primer año de enseñanza básica, estaba fascinado con el concepto de números negativos. La docente creó condiciones favorables para las avanzadas aptitudes de Daniel: le proporcionaba libros de texto correspondientes al área de matemática para cuarto y quinto año de enseñanza básica y le formulaba preguntas abiertas que desafiaban sus habilidades de pensamiento de alto nivel. Durante todos los años de enseñanza básica, la matemática fue, como era de esperarse, la asignatura preferida del niño. Fuera de la escuela,surgieron nuevas facetas de interés: cómputo de estadísticas deportivas, clasificación de objetos en categorías similares,cálculo de diferencias horarias en todo el mundo e investigación acerca del cosmos.
En
la actualidad, Daniel cursa el tercer ciclo de enseñanza básica y su
interés se pone de manifiesto no sólo en las clases de matemática
superior a las que asiste sino también en su entusiasmo por resolver
situaciones problemáticas que surgen en la vida cotidiana. Sólo para
divertirse, suele pedir a su madre que le “tome examen” con situaciones
problemáticas matemáticas y disfruta ayudando a su familia a tomar
decisiones relacionadas con cuestiones de presupuesto. A los 13 años,
Daniel ha desarrollado numerosas estrategias para resolver problemas
matemáticos y logra superar con facilidad a los adultos e, incluso, a
las calculadoras
en tareas de cálculo. Con frecuencia dedica su tiempo libre a clasificar
y evaluar su colección de tarjetas deportivas y a medir distancias, y
en la escuela, obtiene las más altas calificaciones en competencias
matemáticas de nivel nacional. Es sumamente exigente respecto de
cuestiones relacionadas con el tiempo, se burla de los falsos
razonamientos y todavía sonríe cuando se mencionan números en una
conversación. Cualquiera que sea la carrera que Daniel elija en el nivel
superior de enseñanza, es muy probable que la matemática ocupe un lugar
de preferencia en sus intereses.